POR MARCELO A. MORENO – Clarin
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03/03/13-Clarin
Borges y Bioy Casares se divertían inventando frases. Una de ellas decía: “No recuerdo a este señor. Parece un desconocido visto desde atrás”.
Jamás nos ocurrirá lo mismo con Maradona, maltrecho dios nacional que sigue trepándose a los titulares de los medios aunque hace mucho que las magias que hacía con la pelota queden sólo en videos descoloridos por el tiempo y su vigencia como técnico de fútbol se hunde en la melancolía. Pero Maradona sigue estando en las noticias y como su amigo-enemigo Julio Grondona -según sople el céfiro- parece tener visos de eternidad mediática.
Aunque, igual, está mucho mejor que en aquellos días en los cuales nos informaban que caminaba por las cornisas de la muerte y se atoraba con sustancias que ningún médico aconsejaría aspirar.
La última del ex crack es una telenovela sentimentaloide en la que, mientras cultiva un romance con una veinteañera futbolista en Dubai, nace su hijo Diego, fruto de una relación perdida con su ex pareja Verónica Ojeda, al cual no llegó a conocer, al tiempo que su ex mujer, Claudia, y sus hijas condenaban esa relación y acaso ese nacimiento, producto, al parecer, de un error en la colocación de un DIU. Todo, muy elegante.
El patetismo invade la escena no como si fuera una tragedia sino una comedia ácida de Shakespeare, al estilo de “Sueño de una noche de verano”.
Su hija Dalma debió dar una lección de sensatez por TV para tratar de contener a un padre incontenible, mientras el antiguo ídolo -apenas 300 napolitanos lo fueron a vitorear cuando llegó a Nápoles, luego que les regalara, en su época de esplendor, la mayor gloria futbolística al club- se las agarraba con el periodismo, al mejor estilo kirchnerista que ahora cultiva como antes otros, echándole la culpa de los papelones que insiste en protagonizar.
Pero quizá lo más desilusione de este ex jugador sea su militancia en la mezquindad. Llegado a Nápoles luego de las derrotas del Barcelona ante el Milan y Real Madrid declaró: “Espero que Messi le dé a la Argentina el Mundial, pero no será fácil porque lo conocen. En el último partido, el Milan le construyó una jaula. Para mí es un gran chico, pero creo que fui el mejor”.
Es bueno recordar que Messi no le dio un Mundial a la Argentina justamente cuando Maradona fungía de director técnico o lo intentaba, peor que bien. Y que hoy se cansa de batir récords, como el de cuatro veces ganador del balón de Oro, cosa que el ex crack jamás logró.
Se puede ser mezquino, pero aprovechar un par de partidos fallidos para estigmatizar al mejor jugador del planeta, según la abrumadora opinión mundial, se tutea con la bajeza.
A los 25 años, Messi tiene un futuro sin techos. En cambio, Maradona, ya retirado, perforó y sigue perforando zócalos morales.
De la vida personal de Messi, sabemos muy poco porque, como Gardel, no la expone y, en todo caso, la abandona al difuso terreno de lo conjetural. Esa es otra gran diferencia, además de los goles a granel, con el ídolo emblemático de la argentinidad: un dios caído que intenta desacreditar a la más sólida esperanza del fútbol nacional.
Lo peor es que, como sociedad, parecemos tener mucha más afinidad con cansador patetismo maradoniano que con ese lejano y brillante profesional nacido en Rosario pero con urdimbre de catalán.
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