Juan era tan fanático del golf que todos los sábados madrugaba, iba inmediatamente al club
y jugaba todo el día, a veces hasta 36 hoyos.
Un sábado se levantó bien temprano, se vistió en silencio, tomó los palos de golf, subió al
auto y arrancó hacia la cancha. En el camino, se desencadenó una tormenta. La radio le informó
que persistiría todo el día, así que regresó, guardó los palos de golf, se desvistió y se
metió en la cama.
Allí, ya con otras ideas, se acurrucó contra la espalda de su esposa y le susurró al oído:
— ¿Sabes que hay una tremenda tormenta allí afuera?
Semidormida, ella respondió:
— ¡Y el imbécil de mi marido jugando al golf!
domingo, 26 de abril de 2015
Golf
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