POR JOSEPH NYE POLITOLOGO, UNIVERSIDAD DE HARVARD
El acceso a la tecnología transforma la naturaleza del poder en el siglo XXI.
17/02/13-Clarin
Durante el segundo aniversario de la Primavera Árabe en Egipto, la Plaza Tahrir fue escenario de disturbios que hicieron temer que las previsiones optimistas de 2011 estuvieran erradas. El problema se debe, en parte, a haber descrito los acontecimientos con una metáfora de corto plazo que alentó expectativas distorsionadas. Si en vez de Primavera Árabe hubiéramos hablado de “revoluciones árabes”, tal vez nuestras expectativas hubieran sido más realistas: una revolución no es un acontecimiento que dure una estación o algunos años, es algo cuyo desarrollo demanda décadas.
Las revoluciones árabes todavía pueden darnos muchas sorpresas. Hasta ahora, la mayoría de las monarquías árabes tuvieron suficiente legitimidad, dinero y poder para sobrevivir a las oleadas de revueltas populares que derribaron autocracias republicanas seculares como la de Hosni Mubarak en Egipto y la de Muamar el Kadafi en Libia, pero este proceso revolucionario apenas lleva dos años.
Debajo de las revoluciones políticas árabes subyace un proceso más profundo y prolongado de cambios radicales: lo que a menudo se denomina “revolución de la información”.
Aunque todavía no terminamos de entender sus consecuencias, lo cierto es que esta revolución está transformando de raíz la naturaleza del poder en el siglo XXI: vivimos tiempos en que todos los estados se mueven en un entorno donde ni siquiera las autoridades más poderosas tienen el mismo grado de control que en el pasado.
El flujo y el control de la información han sido preocupaciones de todos los gobiernos de la historia, y no es esta la primera vez que el mundo siente los efectos de cambios drásticos en la tecnología de la información: ya la imprenta de Gutenberg fue un factor importante de la Reforma Protestante y de las guerras que sucedieron a continuación en Europa. Pero en la actualidad, la proporción de la población que tiene acceso al poder que surge de la información es mucho mayor.
La revolución global del presente se basa en rápidos avances tecnológicos que han disminuido enormemente el costo de crear, buscar y transmitir información.
El poder de cómputo se abarató y las computadoras se achicaron hasta el tamaño de teléfonos inteligentes y otros dispositivos portátiles. Los efectos descentralizadores fueron colosales.
El poder sobre la información está mucho más distribuido ahora que unas pocas décadas atrás.
Esto hace que la política mundial ya no sea terreno exclusivo de los gobiernos.
Hoy individuos y organizaciones privadas (trátese de WikiLeaks, corporaciones multinacionales, ONG, terroristas o movimientos sociales espontáneos) cuentan con un nuevo poder para actuar sin intermediarios: ahora ningún gobierno puede controlar su agenda tan bien como lo hacía antes. Los dirigentes políticos están más condicionados a la hora de responder a los acontecimientos, y no solamente tienen que comunicarse con otros gobiernos, sino también con la sociedad civil.
Copyright Project Syndicate, 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario