miércoles, 19 de septiembre de 2012

AFIP

Una señora, con su hijito de 10 años, está comiendo en un restaurante.

En un descuido, el chico se pone una moneda en la boca y se atraganta.

La madre intenta hacerle escupir la moneda golpeándole la espalda,

dándole palmadas en el cuello,

sacudiéndolo, sin éxito.

El chico ya comienza a dar muestras de asfixia y la madre,

desesperada, comienza a gritar pidiendo auxilio.

Un señor se levanta de una mesa cercana,

y con pasmosa tranquilidad,  sin decir palabra alguna,

le baja los pantalones a la criatura, toma sus pequeños testículos,

los aprieta con fuerza, y tira hacia abajo violentamente.

Automáticamente, el niño -ante el dolor irresistible-

escupe la moneda, y el señor,

con la misma pasmosa tranquilidad con la que se acercó,

regresa a su mesa sin decir palabra.

Al rato, la señora, ya tranquilizada,

se acerca para agradecerle que haya salvado la vida a su hijo,

y le pregunta:

- ¿Usted es médico?

No señora,

SOY AUDITOR DE LA AFIP,

por lo tanto,

experto en apretarle los huevos a la gente

y sacarles hasta la última moneda.

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